BAUSEN Y EL BOSQUE DE CARLAC
¡Vaya niebla!. Es lo que, seguramente, hemos pensado todos esta mañana cuando nos hemos asomado a la ventana. Encima, al salir a la calle la temperatura era fresca. De todas formas, nada pueden hacer los elementos ante los intrépidos montañeros que esta mañana querían salir de excursión.
Hoy el grupo era más numeroso que los días anteriores, 16 personas de todos los puntos de la geografía, de País Vasco, Castilla, Asturias, Andalucia, Levante, Cataluña y hasta de Canadá.
Dejamos los coches cerca de Bausen, antes de entrar en el pueblo. En la plaza, el panadero ha concentrado a los habitantes para venderles el pan, lo hace dos veces por semana. Ir a Bausen es dar un salto en el tiempo, es un pueblo que conserva intacta su forma de vida y sus costumbres, parece anclado en el tiempo. Pasamos por delante de la iglesia y el cementerio para salir del pueblo. Nos detenemos a ver el paisaje del Bajo Aran, Les, Bossost y Canejan con el fondo del valle del Toran.
Nos detenemos en el pequeño cementerio con una solitaria tumba con una lápida que dice "A mi amada Teresa...". Les cuento la historia de los Amantes de Bausen y continuamos camino.
El sendero va elevado, en el fondo del valle vemos como el río Garona, acompañado de la carretera, dejan de ser araneses para nacionalizarse franceses.
Nos adentramos en el bosque de hayas de Carlac, un bosque misterioso. Cada paso que damos nos provoca emociones. Con el oido, los ojos y el corazón percibimos el paisaje. Juanjo nos ayuda a interpretar y conocer los cantos y vuelo de los pájaros.
Atravesamos el saltarin río de Carlac por dos veces y nos sorprendemos ante el tamaño majestuoso de un tilo. Continuamos hasta salir del bosque y adentrarnos en la niebla que no nos permite ver las vistas que suponemos preciosas.
Antes de llegar a Bausen hacemos un alto para comer.
"Árboles, árboles, millones de árboles, masivos,
inmensos, que trepaban hacia lo alto (...). Le hacía sentirse
a uno muy pequeño, muy perdido"
Joseph Conrad, El Corazón de las Tinieblas, 1902, pág. 65.
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